Sorpresivamente se corta la música, se apagan las luces, los personajes salen de escena y comienza la función... Se abren un par de ojos. Agua, fría y azul, si nuestro actor de reparto se pone de pie, notará que el agua le llega a la cintura. Ahí vamos...
Y así, fue anunciada el año pasado. La boda de Pato, por supuesto.
Recordarán (o no) a mi amigo Patricio (o Pato) como aquel ser que me acompañó durante buena parte de mi vida, y seguramente, lo seguirá haciendo. Cuando eramos chicos, Pato me enseñó a jugar al pool. Por supuesto, que jamás aprendí. En la secundaria, yo le cuidaba sus cosas cada vez que se agarraba a trompadas. En Cuarto Año, cuando a mí me gustaba Nuria, fue Pato el que intentaba todos los encuentros "casuales". Digamos, Pato hablitaba una que otra de mis jugadas. Pero nunca fuí un goleador. Bueno, pato también me enseño a ser un buen defensor. En Quinto Año, cuando me iban a poner 5 amonestaciones que significaban mi expulsión del Reconquista; Pato se adjudicó el crimen.
Y si hablamos de mujeres, Pato tuvo suerte mediocre. O en realidad, no. Es un tipo que nació para estar de novio. Y siempre lo estuvo, salvo en los espacios de tiempo indeterminado entre relación y relación. El siempre estaba de novio. Y siempre tenía mala suerte, las minas con las que estaba, siempre lo dejaban: o por otro, o por necesitar un tiempo, o por estar totalmente locas, o simplemente por que no daba.
Hace tres años Pato impulsó todos sus mecanismos a una relación, apostó, jugó bien las cartas, y encontró una buena croupier. Una buena mujer, claro; al menos para él. Encontró lo que siempre había buscado. Un amor, la mano amiga, la suavidad de un camino a seguir.
Por amor, se han llegado a rozar límites que en nuestra mente nunca imaginaríamos. Por amor, se podrían realizar las más heróicas acciones.
Y se nos casa Pato, nomás.
jueves, abril 14, 2005
Enter Pato
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