Cinta encontrada en lo que alguna vez fue la navidad de 2005. Charlas con mi prima.
22.30
- ¿Tu vieja no esta tomando demasiado?
- Es culpa de la tuya, fijate que es ella que siempre le sirve sidra.
- Uhmm.
- Ademas, a la tuya ya le están notando los ojos brillosos.
22.45
- ¿Que? ¿No vas a salir?
- No.
- Juajajajajaja. Aaaaaajajajajaja.
- Tengo que trabajar mañana, ¿si? No molestes.
- Juajajajajajajajajajaja.
- Bueno.
- Jajajajajajajajaja.
23.00
- Por favor, si pasan las chicas a buscarme. No hagas lo mismo de siempre.
- ¿Qué?
- Mirarlas con la lengua afuera.
- Es culpa de ellas. Si fueran decentes no se vestirían de esa forma.
- ¡No lo hagas!
- Bueno, bueno.
23.30
- Rudolph, se llama Rudolph.
- Centella, Christian. Centella.
- ¡Rudolph!
- ¡¡¡Centella!!!
- Son las once y media, ¡y no voy a conectarme para saber si el primer reno de la derecha se llamaba Rudolph o Centella!
00.10
- ¿Probaste esto?
- ¿Clerico Real? No.
- Si. Es genial. Probalo.
- Glub. Glub. Esta buenisimo.
- Hay cinco botellas más en el heladera...
- Guaaaaaa.
01.30
- Christian... Tu lengua.
- ¿Blehque?
- Esta afuera.
- ¿Blomof se blamaf la brubia?
- Mariana.
- Blagballala...
martes, diciembre 27, 2005
Charlas de Nochebuena
jueves, diciembre 01, 2005
Cuento corto navideño y sin sueño
Mi anécdota navideña dice así corría cierto incierto año de mi infancia. Estábamos con mi prima cenando con nuestras familias en la "mesa de los chicos". Esa mesa que nunca falta en una reunión familiar, en donde todo es diminuto y bajito y los vasos tienen colores de caleidoscopio. Y más o menos rondaban las once y media de la noche cuando nuestras respectivas madres nos enviaron a dormir. Estaba mi prima durmiendo en la cama matrimonial, y yo durmiendo a su lado, cuando decidimos que era mejor dejar de simular el sueño, y arrodillarnos en el respaldar de la cama, junto a la ventana que daba al balcón. Teníamos un solo objetivo, y a esta altura es más que obvio: ver llegar a Papá Noel.
Según nuestra lógica, al carecer la casa de chimenea, el hombretón de rojo tendría que dejar su trineo y sus animales en nuestro balcón, y luego entrar por el living para dejar nuestros regalos. Y nosotros íbamos a estar ahí para verlo.
Nunca (creo) le hicimos caso a nadie cuando eramos chicos. Cuando estábamos solos, sí. Pero juntos, nunca.
Y allá estábamos, mirando la noche, las estrellas y teniendo una extraña conversación sobre si la bicicleta con rueditas era mejor pedírsela a los reyes o a Papa Noel, cuando una mano enguantada de rojo nos asustó con un "¡váyanse a dormir porque no les dejo los regalos!". Mi prima tardo mas o menos dos minutos en estar dormida, aunque todavía sigue diciendo que no se durmió por el susto, sino por el cansancio. Yo apreté los ojos bien fuertes y en un par de minutos estaba durmiendo.
Lo que sucedió aquella noche todavía permanece en el misterio de nuestra memoria, pero seguramente hoy voy a averiguarlo... como intento hacer todas las navidades desde entonces. Mi pequeña teoría de la conspiración indica que aquella mano enfundada en rojo fue la inoportuna aparición de algún "mayor" aburrido por la charla de sobremesa. Solo me falta averiguar cual de todos los que estaban allí fue...
Y así comienza "El Misterio de la Navidad"... Historia continuará 30 años después, más o menos.