Cosas que a la gente le gustaría saber sobre Alicia. Tiene pocas amigas, las ama y se brinda entera por ellas. Hay dos personas que son definitivamente imprescindibles en su vida. Y son tan especiales, tan necesarias para ella, que no tiene el mismo sentido vivir las cosas que cuando les cuenta lo vivido. Son Marisa y Jorgelina, y con Alicia, forman un triángulo hermoso que se remonta a épocas de recreo y caramelos. Jorgelina es de la filosofía no te enrosques, no pienses... mejor comprate un jean y es el justo balance de superficialidad que Alicia necesita para saberse viva. Marisa, por el contrario, es un ser brillante y genial, tiene un negocio en San Telmo en el que se dedica a restaurar muñecos. Y es Marisa la dosis de magia que Alicia necesita para saberse viva. Las tres suelen reunirse todos los martes a cenar y (no muy a menudo) les gusta ir a bailar. El sábado pasado fueron a una disco de Recoleta. El domingo a la noche, Alicia escribiría en su diario sensibilidad, champagne, complejidad femenina, histeria, celos, grititos chillones, tacos gastándose, magia, cigarrillos y dos gotas del 5ta avenida de Elizabeth Arden coronaron una noche inolvidable. Y su pronóstico biológico jamás se equivocaba.
lunes, junio 30, 2008
sábado, junio 21, 2008
El sorprendente misterio del fin del mundo y los ocho quesos
Se dice en el Bar Berruza (propiedad de Francisco Berruza) que el fin del mundo esta cerca. Por suerte, para la mayoría de los abonados a la picada de ocho quesos y habitués del super vermouth dominguero, el agorero de semejante desdicha no es otro que Pascual, el loquito del barrio. Pascual es el famoso "loco lindo", aunque ahora más lo primero que lo segundo, luego de aquel fatídico accidente en donde perdió cierta parte de su anatomía que no viene al caso mencionar. Es así, que entre vermouths generosos y picadas multifunción, nadie le teme a los dichos de Pascual.
- Lo bueno de Pascual es que sabe leer las señales- dijo al pasar Francisco, mientras le pegaba una lustrada al mostrador. Del otro lado de la barra, y aprovechando que todavía Pascual no había llegado estaban los comensales de la deliciosa picada queseril. A saber... Máximo, Jorge (el hijo mayor de Don Roberto –si, ese mismo-), Matías Urtubey, Ramón Torasasasasasa (ya verán el por qué de tantas “sa” algún día) y Gustavo "Abeja Obrera" Gutierrez (alías Gege, o también, Abeja Obrera).
- Señales... todo el mundo sabe que lo del fin del mundo es un truco para asustarnos y que dejemos algunos quesitos de la picada, Don Francisco- dijo Matías.
- Pero si es verdad?- preguntó cauto Máximo.
- Mira, si llega a ser verdad, ese día yo voy a salir en pelotas a la terraza de casa y voy a gritar ¡Viva Pehuajó!- tiró como si nada Gustavo Gutierrez, alías Gege, alías Abeja Obrera.
- ¡Volvé a tu país, paraguayo!- grito entre risas y pedazos de provolone Matías.
- ¿Qué decís, animal? Pehuajó esta en Buenos Aires, bruto- contestó Gustavo, buscando un escarbadientes.
- ¿Pero no es donde nació Gardel? ¿Máximo?
- Gardel nació en Tacuarembó. Tacuarembó queda en Uruguay... y no es Paraguay. Pehuajó tampoco, esta en la provincia... cerca de Carlos Casares- dijo Máximo.
- Linda la soja de Casares...- murmuró Jorge mientras cerraba el diario.
- Che che... ahí viene Pascual...
Y efectivamente, ahí estaba Pascual... tan serio como de costumbre sin su miembro perdido, con los ojos perdidos en una botella de Branca que estaba sobre un estante detrás del mostrador.
- Hola, muchachos- dijo Pascual.- ¿Van o vienen?- la pregunta era obvia para la mayoría de los habitués del bar, era el día en que se jugaba el fútbol cinco contra los pibes de la sodería de la calle Armesti.
- Vamos... vamos...- respondió Máximo.
- Van a perder- sentenció Pascual.
- ¿Por?- Matías no podía evitar su fastidio, pero le gustaba entrar en el juego del loquito.
- Miren, muchachos... el mundo se va a acabar por inercia, ya se sabe. Esta comprobado... el calentamiento global, la capa de ozono, la deforestación, las fábricas tecnológicas y... sobre todo, una picada con vermouth antes de un partido... son causas y azares del final de un ciclo. En serio les digo... planten un árbol...
Como bien había dicho Don Francisco. Pascual sabía leer algunas señales. Y tan fascinante era la argumentación de Pascual que nadie estuvo dispuesto a refutar semejante teoría de finiquitud. Para muchos de los allí presentes el mundo bien podría haber acabo ahí mismo, es que todos gozaban del don de la credulidad en un ciento por ciento.
Aquel día, los memoriosos dicen que fue un jueves de abril, el grupo que cometió la fechoría de saborear una super picada con vermouth antes de un partidito de fútbol 5, perdió por 15 a 2. Y ese fue el fin de varios mundos. O como diría Doña Francisca:
- Todavía no puedo creer que el tipo se subió a la terraza desnudo, Luisa.
- ¿Gritaba, no? Yo no alcancé a escucharla...
- "¡Viva Pehuajó!" decía... ¿Sabe qué, Doña Luisa? Con las cosas que pasan hoy en día, no me extrañaría que el mundo termine mañana mismo.
miércoles, junio 04, 2008
Sueles encontrarme en cualquier lugar...
Mariano y Pablito eran un dúo genial. Mariano tenía en su play-room una batería y una guitarra, pero tiraba sus primeros acordes en la Fender (la batería nunca la gustó). Pablito, por su parte, tocaba el bajo desde los 9 años. Cuando tenes 12 años y le pegas a cuatro notas seguidas, enseguida pensas que sos David Byrne. Eso le pasaba a Mariano. A Pablito le gustaba coquetear con ser el único que realmente sabía tocar un instrumento, era demasiado bueno. La batería estuvo en silencio un par de semanas.
Cuando Pablito me dijo "sentate acá, mira mis brazos" supe que esa iba a ser la primera clase. Una noche de verano me ingresaron a su fantástico juego. Entre dos toms y una tarola intentaba levantar mis manos y hacer un poco de ruido. Tocamos la misma canción hasta las dos de la mañana.
La mamá de Mariano dice que el sueño de la bandita murió a los tres meses, más o menos cuando le regalaron la Coleco Vision y comenzaron las tardes de Donkey Kong. Por suerte, siempre nos iba a quedar el recuerdo de esa canción...