Cosas que a la gente le gustaría saber sobre Alicia. Uno de los sueños más recurrentes de Alicia, además de aquellos en los que monstruos horribles habitaban entre el borde de su cama y el piso, era el de ahogarse. Aunque con los años la sensación fue cambiando hacia un lado más “me hundo”, hundirse. Alicia se hundía y su cuerpo flotaba en un abismo acuático, se hundía como siguiendo una línea recta hacia el fondo. Su cuerpo caía iluminado por un destello de luz que había sobre la superficie, rodeado agua tibia. Eso la preocupaba.
Alicia se dejaba caer, y en un determinado momento, intenta subir. Y no podía, cuando hacia cualquier esfuerzo por subir, el agua cambiaba de forma y se hacia más espesa, como barro. Otro detalle era la ropa que llevaba para su viaje hacia el fondo de aquel “algo”. Cuando caía llevaba un vestido floreado que le regalo su papá una Navidad entre sus 15 y 17 años. Pero cuando intentaba subir, el vestido se convertía en un traje azul oscuro, como un traje de secretaría o promotora. No podía definirlo. Eso la inquietaba.
Lo genial de todo, lo que nunca variaba, era el silencio que habitaba en aquel extraño momento. Los sueños de Alicia no tenían sonidos. Generalmente se despertaba frustrada y triste. Nunca lograba subir... nunca lograba llegar al fondo. Y eso... eso realmente le molestaba mucho.
martes, diciembre 09, 2008
Alicia y los sueños
viernes, diciembre 05, 2008
Mismo lugar, casi 25 años después
- Hicieron bolsa el frente del edificio. Fijate las manchas de humedad que caen de tu balcón- dijo Patricia.
- Esto no va a funcionar...- le dije. Mi prima me agarró del brazo y cruzamos la calle. Caminamos hasta colocarnos debajo del balcón del primer piso.
- Se llama “memoria emotiva”. Creo que si nos quedamos un buen rato vamos a recordar como fue todo- Patricia siempre había tenido esa personalidad esperanzadora que me hacia sonreír en lugar de querer salir corriendo de ahí
Estábamos debajo del balcón de la que alguna vez había sido mi casa, el lugar donde habíamos pasado todas las navidades hasta que cumplimos 9 años. El balcón había perdido la magia de los malvones y las azaleas; tenía la baranda oxidada, descuidada. Todavía seguía estando la maceta más grande, la que mi viejo no pudo sacar porque pesaba muchísimo y además, no valía la pena. Las pocas plantas que se veían desde abajo estaban secas. Ahí sentí el primer disparo.
- Claro, había mucha gente esa anoche, las puertas del balcón estaban abiertas... hacia calor...
- La persona que lo hizo tuvo que caminar todo el balcón hasta la ventana del dormitorio grande- dijo Patricia, mientras caminaba pro la vereda, parándose justo debajo de esa ventana. La mire durante unos segundos.- ¿Qué miras?
- Pienso... ¿y si realmente nadie quiere que averigüemos quién fue?
- Yo también pensé lo mismo, que todos los que estaban aquella noche hicieron algún pacto de silencio y...
- ¡Pacto de silencio!- no pude aguantar la risa.- Nuestra familia esta loca... pero no es para tanto, nena. Yo me refiero a simplemente que ni ellos mismos lo saben... ni mi vieja, ni tu vieja, ni la tía Marianita... ni... ¿Para qué seguir con estos recuerdos boludos?- algo me había caído en el hombro. Una gota.
- Alguien esta regando las macetas... correte- dijo mi prima.
- La maceta grande, nada mas. Nuestra maceta- mire para arriba y me cayó otra gota. Una mujer se asomó por el balcón.
- Disculpen, chicos... no los vi- dijo.
- Todo bien, señora. Cuide las azaleas...- Patricia levantó la mano saludando y nos fuimos caminando por Holmberg hasta Monroe.