Cuando comenzamos a investigar la leyenda de navidad con mi prima, nos encontramos con un montón de problemas. El primero fue que nadie se acordaba nada, pero nosotros sabíamos que tarde o temprano ibas a saber la verdad. Hace unos años encontramos un foto vieja. Una foto de cuando ya no creíamos en Papá Noel. Lo primero que nos llamó la atención fue el cachetazo del pasado. Fue entonces cuando decidimos hablar con mi tía Marianita. Le decían Marianita porque era la menor de 9 hermanos, la más mimada. Mi tía tiene 75 años, ahora; pero aquella tarde tenía algunos menos.
Mi mamá siempre decía que Marianita era una mujer extravagante, sofisticada; lo cual siempre fue una manera suave de decirle loca de mierda. Era una loca inofensiva.
- Una loca buena- nos dijo aquella tarde, mirando con lágrimas en los ojos el retrato de Jorge, su marido. Jorge la había abandonado muchos años antes víctima de una enfermedad que nos tuvo angustiados a todos.
- Pero aquella Navidad, tía... ¿Te acordás? La Navidad de las bicicletas- le dijo mi prima.
- Claro que me acuerdo. Jamás podría olvidarlo... soy una loca buena, simpática... y necesito de su presencia siempre- nos miramos con mi prima sin entender, tampoco la queríamos interrumpir. Mi tía Marianita apretó muy fuerte el retrato de Jorge contra su pecho, y sonrió.- Lo único que les puedo decir es que Jorge no fue... y gracias, gracias por los recuerdos, necesito el susurro de los recuerdos cotidianos.
La dejamos sola a la hora de la siesta cuando sus ojos se cerraban muy despacio. Nos fuimos en silencio, y mientras esperamos el ascensor, le dije a mi prima:
- Jorge no fue.
- Imposible que haya sido Jorge, para esa época ya estaba muy enfermo y pasó aquella Navidad en el hospital- murmuró.
- ¿Para que vinimos?
- A tomar el té, a traerle un recuerdo...- me dijo mi prima sonriendo.
Cerré la puerta del ascensor, y bajamos en silencio.
lunes, marzo 24, 2008
Mi tía Marianita y el cuento de Navidad
martes, marzo 18, 2008
Alicia y el minimalismo
Cosas que a la gente le gustaría saber sobre Alicia. Vive en un noveno piso, y odia los muebles. Hace años que dejó de dormir en una cama, porque tenía un terrible miedo al espacio que quedaba entre el piso y el colchón. Entonces, tuvo la decisión más sana para sus emociones nocturnas y su insomnio... a los quince años empezó a dormir en un colchón sobre el piso. El tiempo pasó y la técnica se perfeccionó. Ahora, en su noveno piso de Belgrano, tiene dos colchones gigantes con resortes, y su cama terminó siendo la invitación al sueño eterno. Todas las noches antes de acostarse en su cuna de resortes, Alicia hace el recuento de todas las cosas que no quiere olvidar transcribiéndolas en su diario. Su diario es un cuaderno chiquito, pálido con ojos de renglón que la escucha siempre. Hoy Alicia después de cenar estuvo buscando mas o menos una hora su diario, y no es que su habitación sea muy grande sino simplemente que de tan simple de adornos se vuelve un mundo complejo.
Mientras la radio de la cocina le cantaba camino por el parque y son las mil, y la llovizna me recuerda tu calor... Alicia descubrió que su diario estaba detrás de los dos colchones. Estaba tan enojada por sentirlo perdido, tan enojada... y tan contenta por encontrarlo, que solamente lo abrió y escribió: no te escondas mas de mí. Ahí quedó todo.