jueves, noviembre 20, 2008

La rubia con un libro

Aromi. Angel gallardo y Corrientes, 11 hs.

David: Ahí esta la rubia.
Lorena: ¿Qué rubia?
David: La de campañas publicitarias, ¿te acordás?
Lorena: Uh... si... ¿Esta leyendo? ¿Qué hace leyendo? Jajaja.
David: Esta leyendo a cortazar.
Lorena: ¡Obvio! Todas las minitas de acá leen cortazar.
David: ¿Vos lees a cortazar?
Lorena: Claro, es como mi papá.
David: ¿Tu viejo es escritor?
Lorena: No, dentista.
David: Ah... ¿Entonces, Lore?
Lorena: Que los dos estan muertos. Ufs, me da bronca la minita es aleyendo a Cortazar.
David: Y si... "no pega". Debería estar leyendo Arlt.
Lorena: ¿Qué tiene que ver?
David: Que Cortazar es mas... no se, es más "cerveza fría un tarde de enero caluroso".
Lorena: ¿Y Arlt?
David: Arlt es más... más "cosas que se hablan todo el tiempo", es tomar cerveza pero sin disfrutarla. Arlt habla de cosas que pasan todo el tiempo, en cambio Cortazar escribe sobre esas cosas. Y una rubia linda no...
Lorena: Che... y fijate, ¿no esta mas gorda la rubia?

sábado, noviembre 08, 2008

El húmedo misterio del instante previo a perder la razón

La “Venecia de Villa Urquiza”, así se hizo famoso el problema de Lucrecia Domínguez. Famoso, por supuesto, es un término relativo. Era cruel, eso sí. Cruel, y sórdido... maloliente también se había convertido en el otro adjetivo escuchado al pasar cada que vez que se contaba la historia de la “Venecia de Villa Urquiza”. Pobre Lucrecia Domínguez que lloraba y lloraba mientras su departamento de la calle Acha se inundaba. De cada arteria del azulejado de la cocina caían hilos de agua que terminaban en el piso. Canales venecianos que pronosticaban la próxima inundación. Y eso que Lucrecia había enviado cartas y cartas al consorcio pidiendo que le arreglen la humedad en la cocina. Pero se sabe, que muy pocas veces en la ciudad se cumplen los requisitos necesarios para una feliz convivencia. Lucrecia lloraba y lloraba, mientras sin éxito llamaba “a lo de Urtubey” soñando que el bueno de Matías vendría corriendo a solucionar el pequeño problema. Para su desgracia era jueves, y los jueves, Matías Urutubey y sus compinches del Bar Berruza jugaban un picadito contra los pibes de la sodería de la calle Armesti.
No quiero recordar hechos tan tristes como el levantamiento del parquet del living mientras el agua iba avanzando a paso inexorable hacia la puerta de entrada. Ya bastante se acuerdan los vecinos de Lucrecia de semejante catástrofe. Tal vez un hecho poco puntual es que Lucrecia no sabía nadar, y si bien tampoco es para tanto, quería compartirlo. Cuando Lucrecia dejó de llorar, ya el agua bajaba por las escaleras, en una cascada sin piedad. Rápidamente saltó los rápidos que corrían debajo de la mesa del comedor, pero su cuerpo no tuvo la elasticidad suficiente para no perder el equilibrio sobre el piso inundado. Cayó a lo largo del living, cuando logró incorporarse se subió a la mesa y allí se quedó durante media hora. Se trató de una elección triste, pero Lucrecia nunca se lamentó. Ahí mismo, cruzada de piernas sobre la mesa que le había regalado su mamá, Lucrecia se nombró coloquialmente como Primera Ministro Gobernadora de la Venecia de Villa Urquiza, su casa. Ya no lloraba, ahora solamente observaba como las maderas del parquet se doblaban y nadaban, como la tela del sillón del living se iba volviendo más oscura gracias a la humedad que estaba subiendo por sus patas, como estaba perdiendo todo lo que le había costado años de trabajo.
La primera ley que dictó como Primera Ministro Gobernadora de la Venecia de Villa Urquiza fue averiguar ¿cuántas partes por millón de litros de toda esa gran humedad eran en realidad residuos industriales que venían a quedar allí, en su departamento?
Y mientras pensaba cuál sería su próxima ley, la puerta de su departamento se abrió. Al principio se encontró con las caras de sus vecinos, asombrados, perplejos. Y luego, escuchó una voz que veía del montón.
- Un hombre nunca puede poner un pie en el mismo río dos veces, pero puede orinar en el mismo río muchas... muchas veces- la figura de Pascual, el loco del barrio, se abrió camino entre la gente, y entro chapoteando al departamento.- Me pregunto si esa sabiduría se aplica también a inundaciones domesticas...
Lucrecia quedó muda y así estuvo hasta que despertó una semana después. En el Pirovano dijeron que fue un pico de stress, ella recordaba como su vivienda había quedado destruida en segundos, y la mano de Pascual, el loco del barrio, que la instaba a dejar aquel lugar que alguna vez fue su hogar. Por un momento, el instante de un parpadeó Lucrecia recordó la segunda ley que había decretado... pero no la dijo en voz alta, ella sabía que estuvo a punto de volverse loca cuando vio su casa inundada. Pascual, el loco del barrio, la salvó.

sábado, noviembre 01, 2008

Bodas de madera

En el día de hoy se cumplen 5 años de la fundación de este remanso de paz y tranquilidad llamado "Tus entuertos me entumecen", donde re reunen anécdotas sutilmente distorsionadas, historias pelotudas, y falsanécdotas por doquier. El autor quiere agradecer a todos los que se han tomado su tiempo en leer algunas cosas, otras pasarlas por alto y dejar su huella en los comentarios.
La fiesta aniversario se extenderá durante todo el mes de noviembre, con un sin número de propuestas destacadas como ser actualizaciones día por medio, confites, muchas historias que nunca van a tener final, y el anuncio de mi casamiento. Epa, no, lo último no. En fin, ¡boludooo, cinco años!