lunes, noviembre 15, 2004

El aviso /4

El Colo y yo llevamos las armas, por las dudas. Un rulero gordo y un globo, con una bolsa llena de venenitos; y un cuchillo Tramontica sin dientes. No sabíamos con que nos ibamos a encontrar dentro. Estabamos preparados para todo.
La puerta, después de todo, era liviana, como vacía por dentro. No fue necesario que Pato utilizará el "disuelve metales" que había preparado durante toda la noche anterior con su juego de química. Martín fue el encargado de conseguir una madera lisa y mas o menos larga que usaríamos para hacer palanca e intentar abrir la pierta.

Pequeñas revelaciones... En Donado y Monroe, sobre Donado, a pocos metros de la escalera de salida de la Estación Drago, había una casa abandonada. Sí. Con el frente cubierto por helechos y enrredaderas. En el medio de todo ese verde que la cubría, se veía la puerta de madera maldita. Impenetrable. Pero nosotros lo ibamos a lograr! Estabamos preparados...

- Bueno, y? Nos metemos?- dijo Martín.

Diego llevó una caja de herramientas, para abrir ventanas, puertas, y matar tornillos y clavos infámes.

Alejandro trajo a Chiqui, una ovejara de 10 años, que nos cuidaría la retaguardia.

- Quedate ahí- y Chiquí se plantó, quieta, sobre la vererda.
- Vamos- El Colo fue el primero que entró.

Dentro de la casa, todo era silencio. Seguramente era por las plantas que tapaban la entrada. En el living, había una silla. Un silla y olor a húmedad, olor a tierra, la madera del piso era oscura. Detrás de la silla, se veía la otra habitación, el comedor, también vacía. Todos entramos en silencio, y estuvimos así un buen rato.

- Una silla?- dijo Diego.- Pero entonces, la casa no estaba abandonada.
- Claro, si hay una silla, alguien tiene que vivir...- murmuró El Colo.
- Si, sentarse- Martín intentaba mirar más alla de la habitación comedor.
- Claro- dije.
- Si...- se escucho inaudible a Pato.
- Tengo miedo- dijo Alejandro.

Chiquí ladró. Y su ladrido retumbó en toda la habitación, abriéndose camino hacía nosotros, que ya estabamos corriendo hacia afuera gritando y riendo.

Nuestra excursión a la casa abandonada de Donado y Monroe duró menos que 10 minutos. Mucho tiempo después, preferí tomar el ladrido de Chiqui como una advertencia, las plantas que cubrían la entrada de esa casa era un colchón de ruido. Era imposible que hubieramos escuchado ladrar a Chiqui. De eso estoy seguro...

Nunca supimos si el "disuelve metales" funcionó. Y Pato estudió Arquitectura, después de todo.

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