Vayan a un cementerio. A la noche, por supuesto. No me digan que tienen miedo, acá el cobarde soy yo; así que ese papel me toca. A ustedes, no; por supuesto. Ustedes son los heraldos de la valentía. Claro.
Vayan a un cementerio, y elijan cualquier estatua. Esa que esta ahí, por ejemplo.
Tan pálida, tan fría, tan serena. Contiene una sabiduría rígida en sus facciones, en sus mejillas pulidas y perfectamente rasuradas, las exactas arrugas del conocimiento, la mirada sin pupilas clavada en todos los sitios que no están en este mundo, los labios fríos, helados.
Muerdánse el labio inferior, muerdan tanto hasta que sientan que esta por explotar, que la sangre esta a punto de salir. No se flagelen, no sean idiotas; les un poco nada más.
A veces le entraban ganas de besarlos, y los besaba, los besaba una y otra vez durante largo rato, hasta que notaba el sabor de la sangre... Pensaba que esa sangre podía ser la sangre de los otros labios, de los labios que deseaba, que se entregaban al placer del beso recobrando la vida, o pensaba que podía ser su propia sangre, entonces deseaba besar esos labios hasta desangrarse y morir entregado al deseo en los brazos inexistentes de la estatua. Pero el dolor, o puede que el miedo, vencía a su voluntad y la obligaba a abandonar el beso...
No se flagelen.
lunes, noviembre 22, 2004
¿Cómo contemplar una estatua en un cementerio?
sábado, noviembre 20, 2004
5/ Azul para él
Azul es el color del cielo. Y también es una mujer de personalidad atractiva, amable, franca y alegre. Y, por supuesto, necesita a su lado un hombre inteligente, que le demuestre su amor sin mezquindades. El Señor Competencia lo sabía. La Señorita Inseguridad no.
Azul es un color que califica, que tiene fuerza, pero también cromáticamente imposible de penetrar. Es un color reservado, siempre alejandose. Inalcanzable como el cielo. Los portadores de este color son confiados y reservados. Armoniosos y afectuosos. Fieles y serenos. Dignos y constantes.
En todas las religiones el color azul se asocia con los dioses y los poderes del cielo. Los budistas lo relacionan con la frescura del cielo y de las aguas profundas. La fe cristiana lo atribuye a la Virgen María, reina del cielo. Los romanos lo atribuían a Venus, la diosa de la belleza y el crecimiento de la naturaleza.
El Señor Competencia aprendió todo esto en el tercer encuentro. En el cuarto, La Señorita Inseguridad ya estaba perdida, secretamente le entregaba su corazón y su vientre. En silencio, dormía frotando su cuerpo contra sus sábanas blancas. En secreto, soñana con El Señor Competencia, aquel amable admirador.
El Señor Competencia sabía esto. Y ya estaba preparado para el quinto encuentro.
Quieren saber cómo se llamaba La Señorita Inseguridad? Vamos, no es tan díficil.
El nombre de El Señor Competencia, por otro lado, ya lo saben...
lunes, noviembre 15, 2004
El aviso /4
El Colo y yo llevamos las armas, por las dudas. Un rulero gordo y un globo, con una bolsa llena de venenitos; y un cuchillo Tramontica sin dientes. No sabíamos con que nos ibamos a encontrar dentro. Estabamos preparados para todo.
La puerta, después de todo, era liviana, como vacía por dentro. No fue necesario que Pato utilizará el "disuelve metales" que había preparado durante toda la noche anterior con su juego de química. Martín fue el encargado de conseguir una madera lisa y mas o menos larga que usaríamos para hacer palanca e intentar abrir la pierta.
Pequeñas revelaciones... En Donado y Monroe, sobre Donado, a pocos metros de la escalera de salida de la Estación Drago, había una casa abandonada. Sí. Con el frente cubierto por helechos y enrredaderas. En el medio de todo ese verde que la cubría, se veía la puerta de madera maldita. Impenetrable. Pero nosotros lo ibamos a lograr! Estabamos preparados...
- Bueno, y? Nos metemos?- dijo Martín.
Diego llevó una caja de herramientas, para abrir ventanas, puertas, y matar tornillos y clavos infámes.
Alejandro trajo a Chiqui, una ovejara de 10 años, que nos cuidaría la retaguardia.
- Quedate ahí- y Chiquí se plantó, quieta, sobre la vererda.
- Vamos- El Colo fue el primero que entró.
Dentro de la casa, todo era silencio. Seguramente era por las plantas que tapaban la entrada. En el living, había una silla. Un silla y olor a húmedad, olor a tierra, la madera del piso era oscura. Detrás de la silla, se veía la otra habitación, el comedor, también vacía. Todos entramos en silencio, y estuvimos así un buen rato.
- Una silla?- dijo Diego.- Pero entonces, la casa no estaba abandonada.
- Claro, si hay una silla, alguien tiene que vivir...- murmuró El Colo.
- Si, sentarse- Martín intentaba mirar más alla de la habitación comedor.
- Claro- dije.
- Si...- se escucho inaudible a Pato.
- Tengo miedo- dijo Alejandro.
Chiquí ladró. Y su ladrido retumbó en toda la habitación, abriéndose camino hacía nosotros, que ya estabamos corriendo hacia afuera gritando y riendo.
Nuestra excursión a la casa abandonada de Donado y Monroe duró menos que 10 minutos. Mucho tiempo después, preferí tomar el ladrido de Chiqui como una advertencia, las plantas que cubrían la entrada de esa casa era un colchón de ruido. Era imposible que hubieramos escuchado ladrar a Chiqui. De eso estoy seguro...
Nunca supimos si el "disuelve metales" funcionó. Y Pato estudió Arquitectura, después de todo.