jueves, octubre 28, 2004

La promesa de séptimo grado

Cuando terminamos 7mo grado era otra la historia. La Secundaria nos separaría a muchos. Entonces, hicimos una promesa.

Dentro de cinco años, el día del amigo, todos nos vamos a encontrar en la puerta de La Farola de Villa Urquiza, en Monroe y Colodrero. Hecho?

"Hecho", dijimos todos.

Pero esa sí, es otra historia.

jueves, octubre 21, 2004

Continuado

El Cine Aconcagua estaba en Mosconi, más o menos a tres cuadras de la Avenida San Martin. El Cine 25 de Mayo estaba en Villa Urquiza. En esos cines se lo solían pasar dos películas al precio de una. Estoy hablando de otra época. Siempre me gusto el cine, casi demasiado diría yo. Tal vez eso, explique muchas cosas. En fin... Esos cines eran geniales, dos peliculas. Una negocio que vendía panchos y coca en vasitos de plastico. El olor a cuero viejo de las butacas.

Mi viejo, antes de que le agarre el ataque centrico de los cines de Lavalle y los panchos locos en The Embers, me llevaba al Aconcagua, y entre película y película compraba panchos y coca en vasitos de plastico. El le ponía mostaza, yo no. En el Aconcagua solían pasar palículas grosas, los mejores combos que recuerdo son: Terminator y Aliens 2; dos películas de los superagentes (La aventura de los paraguas asesinos y Los superagentes contraatacan), Encuentros ceranos del tercer tipo y ET, El Extraterrestre. Lo cual, me hace pensar ahora que el tipo que decidía las películas, sabía. Sabía mucho.

En el 25 de Mayo, había gatos que caminaban entre las butacas. A ese cine ibamos con Pato, Martín y El Colo, creo. Eramos un montón. A veces, venían, Laura, Lorena, Nuria.
Las combinaciones eran horribles, pero generalmente zafaban. De lo mejor, una versión doblada al español o española de Viaje al centro de la tierra de Julio Verne., Esa película me partió el craneo. Para esa época mi abuela ya me había regalado "La isla misteriosa", que fue el primer libro de Verne que leí, así que tuvo otro sabor.
Un vez pasaron una película con Lorena Paola. La película terminaba con la chica saludando a cámara alejándose en un coche. Aquella vez había venido con nosotros, Marcelo. Marcelo era gordo. Lorena Paola, también. Y Martín dijo: "Chau... Chau, Marcelooooo Paoloooo!!!" Y todos nos reímos, incluso las chicas; pero Marcelo, no.
Las películas continuadas del Aconcagua tenían otro sabor. Era la salída definitiva con mi viejo, las primeras salidas desde que se había separado de mi vieja.
Las películas del 25 de Mayo eran mas "sociales", como era el cine del barrio, ibamos casi todas las semanas con los chicos.

Bueno, ya todos saben como termina la historia. El Cine Aconcagua es ahora una iglesia evangelista; y el Cine 25 de Mayo esta cerrado, dicen que lo quieren recuperar para el barrio, como un museo o algo así. Pero bueno.

Esas cosas solo pasan en las películas.

domingo, octubre 10, 2004

Letanía

Lo primero es quemar las naves. Si, eso primero. Lo segundo, el grito. Pero en silencio, como un aullido-motor de lobo feroz. Una y mil veces necesitabas ese grito. Ese espacio que me permitiría escupir tus palabras al viento. Nada. El otro dìa me dijeron que "nada, sería tan fácil". Pensás que con la misma (o no) facilidad (o no) que entraste (o subiste) podés volver a salir (o bajarte)?

No.

Y si... Siempre nos subestimaste demasiado.

Lo se.

Grave error.

Lo admito.

lunes, octubre 04, 2004

Un piso de madera /3

- Hagamos una casa! Juntemos maderas, clavos, y la armamos!!!- dijo Diego.
- Mi vieja no me va a dejar...- El Colo, hamacándose.
- La podríamos hacer en ese arból- habló Alejandro y Chiqui ladró.

No hubo mucho mas que decir, además el arból tampoco era tan alto. Conseguimos maderas, maderas largas. La principal adquisición fue el respaldar de una cama que encontramos en un campito abandonado por Donado. Y clavos, muchos clavos. Y cuando la terminamos nos dimos cuenta que no era una casa. No, al menos, como las casas de los arboles en las peliculas. Era un piso de madera sostenido por las tronco y las ramas de un árbol que nos odiaba en silencio. Una escalera hecha con mas madera, pegada al tronco, y nada mas.

- Puedo subir?- preguntó Marcelo, un chico que seguramente nos odió toda su infancia.
- No- le dijo Martín.
- No, Gordo, vos no. Si te subís, nos tiras todo abajo- dijo Alejandro y todos nos reímos.
- Si, Gordo, tomatelas!- le grito Diego.
- Le voy a decir a mi vieja!- grito Marcelo desde abajo y se fue corriendo. Yo creo que estaba llorando.

Hablemos de poder y convocatoria. Y ahora, de una madre enojada y furiosa.

Quieren saber cuanto duró nuestra casa en el árbol? Un día. Luego del incidente con Marcelo, su señora madre se apersonó debajo del árbol con una escoba, y comenzó a golpear el piso de la casa. Uno por uno, los clavos fueron saltando, y las maderas cayendo. También nosotros, porque estabamos arriba. El Colo se torció el tobillo cuando cayó.

Marcelo siguió siendo el centro de nuestras burlas.

Su madre se convirtió en La loca de la escoba.

El Colo no pudo jugar en el Intercolegial del Distrito Escolar 15.

Y en la Estación Coghlan hay un árbol que todavía muestra en su tronco, lo agujeros de unos escalores incrustados. Y de una casa que duró un día.

sábado, octubre 02, 2004

4/ Empieza la cacería

Y ahora comienza la verdadera teoría de la manipulación. El Señor Competencia tragaba un café en un bar con mesas a la calle. La manipulación había comenzado hacia media hora, aquella carretera increíble y amplia, cuyo único fin era la limitación drástica de la creatividad y el raciocinio de las personas.

Sus ojos (de día azules; y no violetas) recorrían la figura de una joven que estaba sentada en otra mesa. La joven leía un libro, era muy típico de que aquella zona. Era ser joven y leer un libro en la mesa de una confitería; o ser mujer madura y devorar masas finas en otro rincón. También era ser hombre maduro, de baba en las comisuras, sonriendole a las señoritas. Era ser joven emprendedor, también. Era un maldito zoologico.

Sin embargo, aquella joven le había llamado la atención. El libro que leía ya acotaba un sin número de posibilidades a la hora del primer encuentro verbal. Ernest Becker, sostenía que el miedo a la muerte es univeral. El Señor Competenca lo sabía. Entonces, ya tenía dos conceptos básicos. La joven y su libro, y lo que había leído en aquel libro de Becker.

Y así, media hora después, El Señor Competencia tomaba otro cafe acompañado por la joven que antes leía. El Señor Competencia había conocido a La Señorita Inseguridad.

Y esto, damas y caballeros, era un buen comienzo...

Definitivamente.