La fruta precisa, preciosa, presa. Premisa. Ananá. Hemos visto como ahora todo se potencia. Y cada vez nos abrimos mas al otro. Entonces, imaginanse un gran trago, un rodaja de fruta al costado. Y se bebe. Rico, verdad? Ahora, coloquen en ese vaso un paraguita de adorno. Uhmmm. Beban. Ajá! Se complicó un poco verdad? Cuantos de ustedes terminaron clavandose la punta del paraguitas en la mejilla? Jajaja, que tontos.
En fin, les decía. La fiesta del amor que deviene de un total conocimiento del otro, de una presencia inmaculada, que poco a poco se abre más hacia nosotros. Y nosotros a ella. Con nuevas características, mas de todo. Y ahora descubrimos que una cama compartida es tener que ceder el lado derecho. Que uno duerme dos horas más que el otro. Que los ruidos extraños comienzan a molestarnos. Que mientras uno como pan, el otro rodajas de pan de salvado. Que, sorpresa, su ropa interior es horrible. Que le gustan las rosas, y a nosotros nos producen alergría. Que todo, todo, todo, es tan distinto. Cuanto más dura la fiesta...
Cuándo termina la fiesta? Y si, de verdad, queremos irnos? O queremos ser últimos? Por qué? Porque sabemos que cuando lleguemos a casa, nos va a tocar el lado izquierdo de la cama...
miércoles, septiembre 15, 2004
El amor y el ananá nana nana ná
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